Bernardo Garrigos Sirvent

Bernardo Garrigos Sirvent

Altercado en 1935 en el lavadero de Alecua

El 17 de mayo de 1935 la prensa alicantina se hacía eco de un incidente al menos preocupante en la ciudad de Xixona.  Por lo visto se había producido un altercado en el lavadero de la fuente de Alecua que había ocasionado que un grupo de mujeres irrumpiera en el mismo provocando diversos desperfectos. Ante el cariz que tomaron los hechos y dada su virulencia la prensa informaba que el Gobernador Civil de la Provincia había ordenado detener a la cabecilla de la revuelta y que pasara a disposición judicial. 

Artículo del periódico El Luchador del 18 de mayo de 1935

Al día siguiente se informaba que el altercado había sido protagonizado por 300 mujeres y que el gobernador había ordenado a la Guardia Civil que detuviera a las cabecillas. Con la finalidad de esclarecer lo ocurrido y hallar una solución había citado en su despacho al propietario de los terrenos donde manaba la Font de Alecua.

Cartel prohibiendo lavar ropa de enfermo en el lavadero de la font de Grau.

Finalmente fueron detenidas 7 mujeres como incitadoras del hecho y otra más se hallaba en paradero desconocido al darse a la fuga. El conflicto se había desencadenado al permitir el propietario del terreno que, en una caseta muy cercana al nacimiento de esta fuente, se lavase ropa de enfermo, lo que provocó el descontento de las parroquianas que acudían diariamente a lavar a esta fuente, puesto que argumentaba que esa práctica era perjudicial para la salud.

Alcavor de la font de Alecua

Rápidamente la justicia se puso en marcha y el 24 de mayo en el pleno municipal se leyó un escrito del juzgado, en el que el juez de instrucción del partido solicitaba a la corporación que acordara o no tomar parte en el procedimiento judicial. Los concejales acordaron por unanimidad no mostrarse parte en el sumario y “renunciar a la indemnización que pudiera corresponder y a la reparación del daño” por entender que no se había ocasionado ninguno, que dicha caseta debía desaparecer por cuestiones de higiene y sanidad y porque con las obras que se tenían previstas para el arreglo y acondicionamiento del lavadero de la fuente de Alecua era necesario su derribo.

A pesar del acuerdo municipal la libertad de las encausadas no se produjo y la tensión en el pueblo fue en aumento. Así el periódico El Luchador en su edición del 27 de mayo manifestaba el malestar entre las mujeres: “Las demás mujeres del pueblo considerándose también autoras del hecho por el que han sido encarceladas sus compañeras, piden la libertad de estas o la detención de todas”. Dado este clima de intranquilidad, “han llegado tres camiones de guardias de asalto” a la ciudad. 

Llavador de la font d’Alecua principi del segle XX.

No faltó tiempo para que El Luchador comparara este incidente con la famosa obra de Lope de Vega, Fuenteovejuna, como así hizo en su artículo Las siete jijonencas encarceladas, que aparece en la portada de su número del 30 de mayo. El articulista no desaprovecha la situación para lanzar una pulla al Gobierno, pues piensa que el incidente se ha magnificado al hallarse el país en Estado de Excepción: “si no estuviéramos en un estado de excepción el hecho hubiera quedado reducido a un juicio de faltas. Véase, pues la necesidad de volver a la absoluta normalidad”. También el articulista solicita que la autoridad sea benévola con las acusadas: “¿Es posible atenuar la situación en que se hallan esas honradas mujeres? Piénsese en su aflicción y más todavía en la de sus modestos hogares, donde una anciana madre, unos hijos llorarán desconsoladamente la ausencia del ser querido. Nunca como ahora está justificando un criterio benévolo, indulgente, generoso”. Para apoyar su solicitud cita el texto que José Guardiola Ortiz dedicó a  Gabriel Miró en el que narra las virtudes de los habitantes de la ciudad en la que se desarrolla Nómada y así dice: “Miró ha pagado su deuda de gratitud hacia la tierra que le ofrendó asunto para salir de la obscuridad loando la hermosura de sus mujeres, de abundosa y trenzada cabellera, de sonrisa floreciente de promesa, blancas como la carne de los manzanos de sus huertos”.

Aquarel·la de Jose E López Mirapublicada al llibre Jijona, gentes y paisaje de Anotnio Coloma

Al día siguiente la polémica alcanzó un nuevo punto álgido al publicarse, tanto en el periódico El Día, como en El Luchador una nota del Gobierno Civil en la que el gobernador Antonio Vázquez Limón defendía su actuación en el caso, indicando que él sólo había ordenado la detención de las mujeres implicadas en el incidente a resultas de un expediente abierto por el poder judicial y que había prestado ayuda  a la autoridad judicial. En El Luchador se expuso que la Audiencia había decretado la prisión atenuada por lo que las encausadas habían abandonado la cárcel para estar retenidas en sus domicilios.

Lavadero de la font de Alecua

Al mismo tiempo que avanzaba el Ayuntamiento procedió a la reforma del lavadero de Alecua, con el objetivo de dotarlo de todas las medidas sanitarias necesarias, siguiendo la línea que las usuarias habían manifestado en su protesta.

El suceso llegó a juicio y fue visto por el tribunal de urgencia el 17 de junio de 1935. Fueron acusadas por delitos de sedición y daños 11 mujeres jijonencas: Genoveva Baldó, María Cantó, Elisa Coloma, Nieves García, Trinidad Gómez, Matilde Hernández, Carmen Miralles, María Nicolau, María Sanz, María Dolores Serra y Patrocinio Sirvent. En el juicio actuó como fiscal el señor Segrelles “que pronunció un atinado y elocuente informe acusatorio, resaltando la necesidad de sanción, en hechos de la gravedad de los imputados, a las procesadas”. La defensa estuvo a cargo del abogado Luciáñez Riesco, quien “pronunció un documentadísimo informe pleno de doctrina jurídica”.

Llavador de la font d’Alecua a la esquerra es veu el banquet per deixar la roba

Fueron absueltas cuatro de ellas: María Cantó, Elisa Coloma, Nieves García y Matilde Hernández, siendo las otras 7 jóvenes condenadas a pena de multa.

Esta resolución, que condenaba a las cabecillas del incidente, no satisfizo ni a las autoridades locales ni a los dirigentes de los partidos políticos, por lo que muy pronto se pusieron a trabajar para conseguir; o bien la reducción de la pena; o bien el indulto. Estas acciones parecieron que fructificaron y en el pleno del 29 de febrero de 1936 se informó que el diputado en las Cortes Españolas por Alicante Jerónimo Gomáriz Latorre había enviado un telegrama, “en el que le manifiesta que las indicadas mujeres han sido amnistiadas

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