El 6 de octubre de 1927 la Comisión Municipal Permanente del ayuntamiento de Xixona estudió un asunto que resultaba complicado. Los vecinos demandaban al consistorio la desaparición de la balsa del Huerto de Don Marcos.
Esta balsa se hallaba delante de la puerta de acceso del convento de la Mare de Déu de l’Orito al noreste del núcleo urbano tradicional y además de constituir un foco de malos olores y de infecciones, ahora se había convertido en un problema urbanístico. La balsa tenía forma rectangular. Posiblemente pertenecía a las tierras de Marco A. Aracil. Una cerca separaba esta propiedad de la placeta del Convento. Una puerta permitía la entrada en el huerto de Don Marcos y al encontrarse a un nivel más bajo que la calle, una escalera metálica facilitaba su acceso. El agua procedía de la fuente de Grau.
En aquel momento el tan preciado huerto de Don Marcos A. Aracil era una zona urbana: “hoy que dicho huerto ha dejado de existir por haberse convertido sus terrenos en edificaciones y calles”. Además, el espacio existente a las puertas del convento tenía que ser urbanizado puesto que “en sus inmediaciones habrán de construirse los edificios grupos escolares y el parque o jardín con que ha de terminar la Avenida de Alfonso XIII”. Los concejales decidieron por unanimidad proceder al cegamiento de la balsa del huerto de Don Marcos Aracil y abrir el pertinente expediente administrativo. También se autorizaba al alcalde para realizar las gestiones oportunas. Este acuerdo pasó el 30 de noviembre de 1927 al pleno municipal quien lo ratificó.
Poco a poco se van sucediendo los contactos con los propietarios de las aguas que se depositaban en dicha balsa. El pleno del 4 de febrero de 1928 dio el primer paso y habilitó al alcalde para que pudiera realizar las primeras gestiones. A lo largo del final del invierno y el inicio de la primavera de 1928 el alcalde mantuvo conversaciones con los interesados en el riego de esta balsa para convenir con ellos su desaparición. Tras estos primeros contactos se había llegado al acuerdo de que los peritos Francisco Domenech Brotons y Manuel Iborra García justipreciaran la mencionada balsa. La suma establecida para su expropiación era de 4.213 pesetas.
Se creó una comisión formada por: Guillermo Iváñez Sirvent, presidente de la Sociedad de Socorros Mutuos El Trabajo; Don Victorino Sirvent y Sirvent y Don Rafael Sanchis Coloma para que buscaran quienes eran los legítimos propietarios y también recordara a los regantes que debía sufragar la construcción de un portón o una acequia que permitiera que las aguas llegar a sus propiedades tras superar la zona de la desaparecida balsa.
El cegamiento de la balsa de Don Marcos no significaba la renuncia al agua por parte de los regantes, sino a su estancamiento en la placeta del convento. Es por ello que en el acuerdo entre el consistorio jijonenco y los regantes se preveía la posibilidad de que el agua pudiera seguir circulando y llegando a las zonas de riego.
El asunto quedó bloqueado durante más de un año y no será hasta finales de la primavera de 1930 cuando vuelva a retomarse. El 10 de junio de 1930 se dio cuenta al pleno municipal del expediente instruido para la expropiación de la balsa del convento y los munícipes decidieron que siguiera su tramitación, pero sin mucho éxito debido a que los regantes no notificaron la identidad de los afectados por el riego de las aguas que se recogían en la balsa.
El 7 de noviembre de 1931 Francisco Galiana López remitió al Ayuntamiento una solicitud en la que demandaba el abono de las 4.213 ptas. y “100 ptas. por el concepto de sus honorarios por haber indicado el medio de dar forma y eficacia legal a la mencionada compra-venta”. Los concejales acordaron por unanimidad solicitar un informe de la Secretaría municipal sobre el mejor sistema para proceder al pago de las cantidades en que había sido justipreciada la balsa del convento.
El 28 de noviembre el pleno municipal estudió los informes presentados por la Secretaría e Intervención municipal y acordó averiguar quiénes eran los propietarios y “abonar a los poseedores de la referida balsa las sumas correspondientes a su respectiva participación, pero obligados a responder al Ayuntamiento solidariamente de cualquier reclamación que con referencia a la propiedad de la aludida balsa pudiera formularse”.
El Ayuntamiento empezó a tener constancia de quienes eran los propietarios de la balsa; pero apareció un nuevo inconveniente al existir algunos regantes cuya identidad era desconocida. Para solucionar esta cuestión el pleno del 5 de diciembre decidió realizar las oportunas indagaciones para conocer su identidad por los cauces acostumbrados: bando, emisión de anuncios y la publicación de edictos en el Boletín Oficial de la Provincia, concediendo un plazo de 15 días para hacer valer sus derechos.
El 6 de febrero de 1932 el Ayuntamiento dio un nuevo paso para finiquitar este problema, que ya llevaba enquistado cuatro años. El pleno municipal aprobó abonar las cantidades justipreciadas a los propietarios de la balsa en proporción a su participación y “reservando desde luego las cantidades correspondientes a las participaciones cuyos dueños sean desconocidos o ignorados”.
El 20 de febrero de ese mismo año los munícipes acordaron por unanimidad no satisfacer las 100 ptas. que Francisco Galiana López había solicitado por las gestiones de intermediación entre el Ayuntamiento y los regantes.
El 7 de abril de 1932 el alcalde informó al pleno municipal que los peritos municipales Francisco Domenech Brotons y Manuel Iborra García habían vuelto a justipreciar el valor de la balsa del convento en la suma de 4.213 ptas., curiosamente la misma cantidad con la que se había valorado 4 años antes. Los concejales aprobaron por unanimidad la desaparición de la balsa del convento, aceptar el valor por el cual había sido justipreciada y dirigirse a la comisión integrada por el Presidente de la Sociedad de Socorros Mutuos El Trabajo, Victorino Sirvent Sirvent y Rafael Sanchis Coloma, que se había fundado años antes, para proceder al pago de las indemnizaciones. Sin embargo, en esta ocasión se determinaron una de las obligaciones que tenían estos regantes: “siendo de cuenta de los regantes la construcción del trozo de acequia precisa para continuar efectuándose el riego, en lo que deberá quedar el partidor o portón necesario para que el Ayuntamiento pueda aprovechar el agua que posee o pueda adquirir en lo sucesivo”.
La desaparición de la balsa se había constituido en una auténtica prioridad para el consistorio, debido a que las obras del colegio público estaban a punto de finalizar y era necesario adecuar los patios del centro. El 12 de noviembre de 1932, dado que la balsa todavía no había desaparecido, los maestros José Catalá y María Sánchez, ante la inminente puesta en marcha del centro escolar, solicitaron al pleno de la Corporación que hiciera desaparecen dicha balsa y todas aquellas que se encontraban en las inmediaciones de la población. El Ayuntamiento decidió pedir un informe a la autoridad sanitaria provincial. Tras el periodo vacacional navideño las clases se reanudaron en el nuevo colegio a principios de 1933 sin la adecuación de los patios escolares.
Junto a las obras de construcción del nuevo colegio público se estaba llevando a término la urbanización de la actual calle Joan Andres y su unión con la travesía de la Granja y la plaza del convento. Estas obras habían ocasionado daños en la acequia que conducía las aguas desde la balsa del convento hasta la propiedad de Vicente Sanchis Mira en la calle Alcoy, junto al puente, pasando por la actual calle Marcelo Mira. Así algunos propietarios de edificios de dicha calle presentaron un escrito de queja ante el pleno municipal el 25 de marzo de 1933 solicitando la subsanación de los desperfectos. El Ayuntamiento manifestó que no tenía potestad para reparar una conducción que era privada, pero tampoco era capaz de negar la utilización de las aguas por estos jijonencos , por lo que autorizó a estos demandantes a solucionar el problema de su peculio.
Las obras de explanación y adecuación de los patios del colegio Eloy Coloma fueron retrasándose en el tiempo y no fue hasta el 28 de junio de 1935 cuando se recibieron definitivamente.
Creemos que con estas obras y con la urbanización de la calle Joan Andrés se cegaría la balsa del convento, pero lo cierto es que no hemos encontrado en la contabilidad municipal ninguna cantidad que haga referencia a ello.